El YOGA Y EL MITO



Sabemos de qué se trata: con su extensa difusión en el mundo contemporáneo se ha incorporado el término “yoga” al lenguaje corriente. 

Por lo general las imágenes que evoca la palabra consisten en personas haciendo una determinada postura, solas o en grupo, en un estudio o al aire libre. Si hacemos una búsqueda de imágenes en Google, los resultados son similares a nuestras asociaciones mentales: las mayores de las veces las personas que están practicando eso que denominamos yoga son mujeres, jóvenes o de mediana edad, delgadas, de procedencia “occidental”. Las posturas a veces son verdaderas acrobacias. También aparecen personas meditando en posición sedente, con los ojos cerrados y con los dedos de las manos conformando gestos particulares. 

Entonces uno piensa, ¿no es que el yoga viene de la India? Resulta al menos curioso, que la primera imagen que arroja la búsqueda en la web y que remite a los orígenes culturales del yoga se obtenga llegando al puesto 400. La primera es un dibujo y muestra a un practicante sentado con las piernas cruzadas, con los ojos cerrados y realizando al mismo tiempo un ritual tradicional del fuego. La segunda es la fotografía de Lahiri Mahasaya, un gurú del siglo XIX conocido por haber difundido al mundo el denominado “Kriya Yoga”, basado en los antiguos textos fundantes de Patanjali. En realidad, conocemos a este gurú hoy en Occidente no por su propia labor sino gracias a un discípulo de uno de sus discípulos: el famoso Paramahansa Yogananda.

Es entonces, con esos tardíos resultados de la búsqueda, en que uno descubre una puerta que nos conduce a la India, que nos lleva a los inicios de esta verdadera globalización del yoga en donde prima la terapéutica corporal, y más atrás en el tiempo a sus remotos orígenes (y nunca estuvo mejor utilizado el plural). 

Pero apenas comenzamos a desandar el camino nos enfrentamos a un conjunto de prácticas psicofísicas, de autocontrol emocional y mental, prácticas de purificación y ascesis que podríamos relacionar hasta con la magia, filosofías que nos hablan de la esclavitud del samsara y de la liberación. Un rotundo sí: el yoga es mucho más que conformar una serie de posturas físicas. 

Su polisemia es amplia, y lo podemos conceptualizar tanto como disciplina, como arte, como mito y filosofía. Dados los límites de esta aproximación, nos abocaremos a presentar al Yoga en relación a uno de sus rostros menos vistos: el mito.

Las tres puertas del mito:

En primer lugar, aclarar que no consideramos aquí al mito en su acepción moderna de relato fantasioso o falso. El objetivo de este apartado es examinar cómo se entrelaza el mito, en cuanto relato significativo de los dioses y otros seres sobrenaturales en su relación con el ser humano, con las prácticas asociadas al yoga y principalmente como podemos tener en cuenta esa dimensión mítica a la hora de la práctica del yoga en cualquiera de sus variantes.

Ilustraremos esta presencia del mito presentando tres temáticas en buena medida solidarias entre sí. 

Shiva y el tapas: 

Shiva es reconocido entre otras atribuciones como el Señor del Yoga. En esa iconografía aparece en un entorno selvático, sentado en la postura del loto sobre una piel de tigre (simbolizando su dominio sobre las pasiones), con los ojos semiabiertos y absorto en sí mismo, vestido con un simple taparrabos como los ascetas renunciantes. Las consecuentes órdenes de yoguis van a emular esa forma particular del dios e identificarse con ella. Lo importante aquí es su ascesis, el control de la fuerza o energía que logra a través de sus prácticas.

Ascesis es tapas en sánscrito y esa palabra se traduce como calor o ardor. También está asociada al fuego, y por tal motivo a la purificación y al gran dios védico Agni. Con tapas pasa algo similar a la palabra yoga: significa tanto el medio como el resultado. Al realizar tapas ya el yogui o renunciante va en contra del instinto natural, inhibe el deseo de comer y beber; soporta el calor y el frío; se esfuerza en mantener una postura corporal, ya sea de pie o sentado por largo tiempo. Allí encontramos una vinculación directa del yoga como autocontrol y la práctica de ásanas o posturas. El yogui no pierde su energía en pasiones y a su vez la potencia. Ese calor o tapas es necesario para la trascendencia. Uno de los modelos entonces para esa práctica es la que se adjudica a Shiva. Uno de los sentidos de tapas es el calor necesario para el nacimiento, para la incubación. Eso se enlaza con la siguiente temática mítica y mística


Kundalini, la serpiente enroscada: 
 
No vamos a describir aquí la fisiología místicahindú con los conocidos chakras y canales de energía. Simplemente decir que esta anatomía energética se ha concebido como el eco corporal de las fuerzas cósmicas, las cuales han sido deificadas y humanizadas. En este microcosmos del cuerpo, el chakra muladhara, en la base de la columna se representa como un loto de cuatro pétalos, que contiene un cuadrado (representa a la Tierra) que a su vez contiene un triángulo invertido, símbolo del genital femenino. En su centro se encuentra el linga, el genital masculino que es una forma de Shiva. Enroscada en el linga yace dormida la serpiente Kundalini, que se considera una diosa. En ese estado y posición la diosa obstruye el brahmadvara (“la puerta de Brahma”) y el acceso al canal sutil central que une los siete chakras. Cuando la kundalini es despertada, asciende por el canal central purificando todo el organismo al mismo tiempo que permite el acceso a nuevos estados de conciencia. Al final del proceso, se une en el chakra Sahasrara, en la coronilla, a su esposo Shiva. El viaje ha culminado, el yogui experimenta el samadhi, el estado de unión que es la última fase del método de Patanjali.

El yoga en sus diversas variantes es tanto el método como el resultado final del
despertar de la diosa. Ese despertar se realiza con prácticas de visualización combinadas con repetición de mantras. Las prácticas sexuales del tantrismo también se basan en esta concepción del cuerpo sutil y la reintegración de los principios masculino y femenino, al igual que el Hatha Yoga. Uno de los significados del término hatha es la unión del sol, ha y la luna, tha. No nos engañemos, aquí el sol representa el principio femenino y su sustancia corporal es la sangre. El principio masculino se encuentra en el semen que por su color se asocia a la luna. Pero esta forma de yoga, traducida como la unión del sol y la luna, literalmente significa esfuerzo, mejor dicho, esfuerzo violento o gran esfuerzo. Eso liga al Hatha Yoga con la noción de tapas que vimos antes. La energía o calor producido gracias a las prácticas, incuban a kundalini y finalmente se produce su despertar, lo que significa el nacimiento verdadero o espiritual.


El mito de Matsyendra: 

por último, un mito de gran presencia en la tradición del yoga ya que Matsyendra es el primer maestro humano que enseñará la ciencia del Yoga. En el relato, Shiva se retira a una isla alejada para enseñarle a su esposa Parvati el conocimiento secreto del Yoga. La exposición se prolonga tanto tiempo que Parvati se duerme y solo la escucha un hombre que de niño había sido tragado por un gran pez. Shiva
lo libera y lo nombra Matsyendra: Señor de los Peces. Matsyendra se convierte en un yogui y maestro con presencia histórica. Su discípulo fue Gorakshanath, un importante yogui fundador del movimiento monástico de los Naths yoguis, pertenecientes al shivaismo y de gran importancia en la historia del Hatha Yoga. Más allá de su peso histórico, presentamos este mito aquí como soporte de una interpretación mítica de la práctica de ásanas, que se puede extrapolar a otras posturas. Ardha Matsyendrasana es una media torsión espinal que no solo lleva el nombre de Matsyendra y se le ha colocado ese nombre en su honor sino que estaría representando el mito con la figura del hombre que emerge del pez. El ese representa con las piernas y al hombre desde la cadera hacia arriba. El simbolismo radica en el surgimiento de la conciencia superior a partir del estado indiferenciado ligado a las aguas, donde radica el origen de la vida.





Para no extendernos, la idea rectora es que con cada postura del Hatha Yoga no solo se reactualiza un mito, se hace presente, sino que, y lo más importante, se genera un nuevo estado de conciencia, un despertar. Lo esencial no es visible, la postura que se puede enseñar y practicar es solo la carcasa. De esa manera podríamos interpretar a las posturas del loto como un renacimiento, la de la montaña, Tadasana, como la experiencia de la estabilidad y eternidad, y así con el resto de las posturas. 

Muchas ásanas llevan el nombre de animales, como Simhasana, postura del león o Bhujangasana, la postura de la cobra; y de seres míticos, como Hanumanasana, que apela a la fuerza y audacia del dios con cabeza de mono Hanuman, o Marichyasana, que lleva el nombre del sabio mítico Marichy, hijo de Brahma cuyo nombre significa rayo de luz y se relaciona con el relámpago y las tormentas.

En todos estos ejemplos uno puede intuir la perfecta simbiosis que se da entre la forma y el contenido, el cuerpo y el alma, la vivencia física y la espiritual integradas. Esta interpretación constituiría el aspecto esotérico del yoga, aquel que fue revelado inadvertidamente por Shiva a Matsyendra.


Reflexión final

Concluye este trabajo, comienza la indagación. Como planteamos en la introducción, nos proponíamos presentar simplemente una de tantas entradas al inabarcable y polisémico yoga. La actitud fue la de ser fiel a la tradición o mejor dicho, a las distintas tradiciones que configuran un yoga más amplio, abarcativo, rico y complejo. Y al mismo tiempo que recuperamos, o marcamos las vías de esa recuperación, del exuberante pasado del yoga, obtenemos las claves que no solo nos inspiran y nos llevan a introducirnos en nuevas prácticas o miradas, sino que nos permiten dar cuenta de lo que muchas veces intuimos, sentimos o experimentamos en una sesión de yoga postural, en la meditación o en la
práctica del pranayama. 

Si somos fieles a las tradiciones del yoga es como podremos comprender como en este cuerpo, en esta existencia, podemos experimentar la fuerza y densidad del mito y la espiritualidad práctica de la filosofía del Yoga.


Por Roberto Toscano

El autor es profesor de Filosofía en los tres años de la Tecnicatura en Yoga y Salud Integral (UGR) y creador del canal de YouTube “El jardín de la filosofía”


Bibliografía consultada

Eliade, Mircea. Tratado de Historia de las Religiones. México: Ediciones Era, 1998.
-----------------. Yoga. Inmortalidad y Libertad. Buenos Aires: La Pléyade, 1988.
Muñoz, Adrián y Martino, Gabriel. Historia mínima del Yoga. México: El Colegio de
México, 2019.
Tola, Fernando y Dragonetti, Carmen. Yoga y mística de la India. Buenos Aires: Kier,
1978.