Dar la posibilidad a terminar con el miedo y el conflicto

Vamos a hacer juntos un recorrido por nuestra mente, conocerla, darnos cuenta cómo funciona y como se arman los pensamientos, los sentimientos, las sensaciones, y luego como terminan en acciones y dichos.
Mientras nos vamos dando cuenta, ¿podemos dejar de lado, los juicios, las aprobaciones o desaprobaciones, las justificaciones, las conclusiones, el análisis de lo que vemos?
También es interesante que si nos paramos y vemos en lo que está sucediendo en nuestra vida, lo hagamos sin hacer un conflicto con lo visto. En realidad el conflicto surge cuando hay un juicio, una desaprobación. Si no lo hay, es solo un ver, como quien ve el vuelo de un pájaro. Cuando lo hacemos, no se nos ocurre interferir con opiniones o desaprobaciones de como vuela y a dónde va el pájaro, solo es ver y nada más. Este ver sin preferencias, libre de opiniones, de prejuicios y preconceptos, nos permite que ocurra otra cualidad de ver. Es un ver profundo, tranquilo, que ahonda en lo visto.
Continuamos desde la inquietud de parar en lo que estemos haciendo o pensando o sintiendo y ver.
¿Dónde o en qué está puesto el interés en nuestra vida?
¿En la familia, el trabajo, los vínculos, nuestro cuerpo, nuestra salud, el sexo, el dinero, los avances tecnológicos, en los acontecimientos externos: políticos, económicos, sociales, deportivos, en los famosos, los artistas?
¿Nos ocupa y preocupa encontrar un estado de seguridad? ¿Seguridad a partir de la aprobación de los otros, en ser queridos. Seguridad en el tener, en el ser “alguien”?
¿Vemos lo apurados que vivimos, el estado de ansiedad, la energía que consumimos en ir tras las cosas que nos motivan?
¿Cuánto tiempo y energía dedicamos a la búsqueda de placer, en la comida, la bebida, el sexo, o la lectura, la música, la tv., las redes sociales, etc., etc.?
¿Somos conscientes de lo que estamos pensando en cada momento del día a día? ¿Siempre hay un parloteo interno? ¿En que pensamos? ¿Podemos parar y seguir un pensamiento y ver hasta dónde llega?
¿Nos detenemos para preguntarnos cuál es el sentido de una vida vivida tras lo que nos ocupa y preocupa, así como preguntarnos quiénes somos y lo que queremos de la vida?
¿Si nos detenemos, y no hay actividad de ningún tipo, y no estamos ocupados en nada, nos aburrimos, nos dormimos, nos angustiamos, nos atemorizamos? ¿Y de ser así, qué significa esto?
¿Podemos parar toda actividad, sea externa o interna, y observar, amorosamente, risueñamente, viendo a veces lo “estúpidos” que somos, sin por ello sentirnos menos?
¿Nos damos cuenta que si no paramos, seguimos en lo mismo, con los mismos resultados?
Parar es fundamental, de lo contrario todo termina en desarreglos de salud, física y psicológica, en conflicto con los que nos vinculamos.
Parar y ver, darse cuenta en qué ponemos la atención y la ocupación, es ir conociéndonos, sobre todo cuando no analizamos lo que vemos, y si llegáramos a ver las cosas sin reacción, ni preferencias, esto permitiría un “darse cuenta vivencial”, diferente a una comprensión intelectual, que habría que preguntarse y ver que magnitud tiene un cambio, desde el pensamiento?.
El darse cuenta vivencial, sin palabras, ni juicios, ni justificaciones, nos transforma en el instante en que somos conscientes de lo que nos ocupa, o de quiénes somos, o cómo funcionamos.
¿Nos damos espacios de silencio, en soledad, ni ocupación de ningún tipo?
¿Rehuimos estar solos y en silencio interno, nos da miedo eso?
¿Escapamos de algo, es que no queremos vernos tal como somos?
¿Sí paramos, qué sucede, qué es lo que pasa en nuestro fuero interno, en nuestro corazón, en nuestra mente?
Cuando nos damos cuenta de la importancia del conocimiento propio, éste se convierte en una necesidad y por ende, entonces sí, nos damos momentos en que detenemos toda actividad.
La necesidad de conocerse, es la necesidad de dar la posibilidad a que ocurra un estado de libertad interior. Ésta no se dá cuando estamos dominados, o tomados, o sometidos, en forma consciente o inconsciente por el miedo, por el deseo de seguridad y de placer.
Para conocerse hay que darse tiempos, momentos, espacios, donde paramos, observamos, percibimos todo el movimiento de nuestro ser, permitiéndonos, al no estar a la defensiva, que los estados se desplieguen y dejen al descubierto sus razones ocultas, subyacentes.
Es importante tomar conciencia de lo vital de parar, y dar lugar a la observación interna, sin preferencias, lo que genera un estado de calma, de silencio interno, de quietud.
Esto no requiere que desatendamos nuestros compromisos.
Cuando paramos y observamos, damos la posibilidad a entrar en comunión con la esencia de la vida, que es belleza, amor. Cuando esto ocurre, termina el sentimiento de soledad, el vacío existencial, la carencia afectiva, la apatía, la rutina, la mecanicidad y sobre todo el auto-centra-miento. Es dar la posibilidad de encontrar un rumbo para realizar lo nuestro, aquello por lo que pondremos pasión, amor al realizarlo.